PATATAS BRAVAS, HIROSHIMA MON AMOUR Y BOB DYLAN

Hoy empiezo a escribir bajo mi nuevo seudónimo: Marujita Desastre. Espero poder desahogarme, criticar con y sin base, reírme y ligar. Me doy una palmadita en la espalda y me deseo mucha suerte. 

A lo que vamos, las patatas bravas o esa mierda que te ponen en algunos sitios. Que se llamen igual no quieren decir que sean lo mismo.  Uno de los restaurantes que juega a esta disonancia gastronómica es el Pez Tomillo, un sitio cuqui frente al mar que antepone la apariencia a la esencia. Es cierto que solo probé las papitas bravas y un huevo confitado con bla, bla, bla y setas, y que puede que el resto de la carta sea una orgía para el paladar, pero os aseguro -como toda persona que lleva razón- que tragarse esas dos apuestas culinarias es puro masoquismo. Ni la fritura ni la salsa: la cadena hostelera Perro Viejo aboga por una presentación de mala imitación de Estrella Michelín (un gran seudónimo donde los haya), hacer una foto, subirla a Instagram, y a tus papilas, simplemente, que les follen. Bueno, lo que sí que tengo que agradecerles es que me empujaran a escribir de nuevo y dar rienda suelta a toda mi ira retenida durante 28 años. 

Mi cabreo fue en aumento. En vez de centrarme en el mar, en el horizonte, en la brisa, las bravas hicieron que conectara con diferentes productos de falsas apariencias como, por ejemplo, La Isla de Bergman (con un 6,5 en Filmaffinity la muy coñazo). Dios, desde que empieza la peli quieres darles dos guantazos a los protagonistas y quedarte con su pasta. Personajes planísimos, sin problemas, sin alegrías: no empatizarías con ellos ni aunque les metieras en el circuito de Saw. 

A veces siento que vivo en el cuento de El traje nuevo del emperador y que estoy todo el rato viendo culos. Si al menos fuera un film tremendamente aburrido al característico estilo de la Nouvelle Vague pero del que pudieras presumir,  o incluso ligarte a un borracho (como tú) en cualquier barra de cualquier bar  mientras le gritas entre babas Y TE ENCUENTRO A TI.  TE RECUERDO. ¿QUIÉN ERES? ME ESTÁS MATANDO. ERES MI VIDA. ¿CÓMO IBA YO A IMAGINARME QUE ESTA CIUDAD ESTUVIERA HECHA A LA MEDIDA DEL AMOR?  al menos, no sé, te reirías. No como con esta puta mierda, de la que te tienes que salir de la sala aún sabiendo que has perdido el poco dinero que ganas como camarera y pensando, aún me queda dignidad.  Aunque, ahora que lo pienso, no sé, por otro lado, me estoy meando imaginándome al Tijeritas (o cualquier otro cantaor pasaillo, con peluquín y sin dientes) mirándome a los ojos y citándome a Marguerite Duras. 

La otra noche, un borracho y una borracha se estaban metiendo mano en mi calle, él le decía "¡Te quiero! ¡Te quiero!" y ella le contestaba "¡Pero que dices, si me acabas de conocer!". Yo creo que ninguna de las dos escuchó follar (de te quiero follar) y de ahí que romantizáramos la estampa. Luego llegó la policía, les observó un rato y les cortó el rollo: "¿Sabéis que esto es ilegal en la vía pública?" El chaval se cabreó tela, pero ella, muy digna, se bajó el vestido y les dijo "Todo ha sido consentido".  Después se dio la vuelta y desapareció por un callejón. Yo volví a casa canturreando I want you, resolviendo que lo que quiere decir Bob Dylan no es que la quiere, es que quiere follársela. Y punto, porque qué es la vida más que sudor, sexo y poesía. Así que por favor, no nos vendáis la moto. 

She is good to me
And there's nothing she doesn't see
She knows where I'd like to be
But it doesn't matter

I want you, I want youYes, I want you so badHoney, I want you

¿Debería dejaros mi teléfono?

Fdo. 

Marujita Desastre


(Apunte para la próxima entrada: Rosalía o el feminismo de andar con tanga)

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