UNA PISCINA, RINO GAETANO Y VÓMITO EN UNA BODA

Hace unas semanas fui a una boda. A veces, de verdad, creo que soy un mujer muy afortunada: era a la primera que iba y no pagué más que con mi presencia. No conocía a los invitados, ni a los hijos de los invitados, ni a los padres de los novios, ni siquiera conocía a los novios. He tardado varios días en aprenderme sus nombres, pero ya no me sirve de nada. Tampoco llevé regalo. Quería haberles hecho una ilustración en la que pusiera Nos hemos cansao y dos personajillos disfrazados de novio y novia, pero mi amiga -bueno, vale, sí que conocía a una invitada- me dijo que no. Parece que les estás echando un mal de ojo. Visto así preferí presentarme con lo puesto, beber y comer con lo puesto. Comí de menos y bebí de más, dormí en un sofá y me despertó un niño gritando PAPÁ, PAPÁ, PAPÁ, PAPÁ. Creo que yo me levanté antes que el padre, fui a por café y me di una vuelta por el cortijo. De día todo cambia: las personas son más feas, la borrachera es una resaca y, en contadas ocasiones, aparece una piscina. 

Me bañé sin pelos en la lengua. Lo tenía (y tengo) todo: bigote, sobacos, ingles, piernas. Fui el tema de conversación de un morenito heterosexual que aún no había salido del armario. Pero, ¿por qué no te depilas? Le dije que por mi madre, para joderla. Y ahí se quedó el asunto. En realidad, ahora que lo pienso, quizás quería ligar conmigo porque era lo más parecido a un hombre que podía haber encontrado en una mujer.

Bueno, total, me bañé un par de veces, contemplé el reflejo del sol en las palmeras, y cuidé a mi amiga hasta que se recuperó. Después me comí una hamburguesa enorme -tremendo error-, me volví a bañar y decidí volver a dormirme un ratito en el sofá. No dormí una puta mierda: el niño de papá, papá, papá, ahora gritaba MAMÁ, MAMÁ, MAMÁ. Decidí que el día había terminado. Recogí mis cosas como pude, me puse las gafas de sol y le dije a mi amiga: no me encuentro muy bien, ¿nos vamos?. Justo cuando estábamos llegando al parking -una explanada a menos de diez metros de la casa y de la piscina desde la cual podían verte todos los invitados, la novia, su hermana, el novio y su padre- me puse a vomitar. Llevaba un vestido largo y en ese momento pensé que la mejor opción era subírmelo y enseñar las bragas. Después pensé que también sería una buena idea subirme a un tronco alargado que estaba en el suelo y vomitar desde más altura. El tronco empezó a rodar y yo salté como pude, sin dejar de agarrarme el pelo e intentando no pisar el vómito. Bajé la explanada y la subí en círculos, pasito a pasito y de vómito en vómito. Lo cierto es que no me despedí de nadie, ni con palabras ni con la mano, pero todos vieron mientras se bañaban como yo hacía un ritual con jugos gástricos y lágrimas al rededor de sus coches. No pude pensar ni siquiera en un simple hasta la próxima.

Siempre las cosas pueden ir a peor, por suerte esa noche no le tiré los trastos al novio. He de decir que en un momento del evento, el recién casado, se puso una chilaba y yo ya no podía reconocerle: pensé que era un invitado anónimo más. Si mezclas la música y el alcohol adecuado el cortejo está asegurado. Por suerte yo estaba pasadilla y lo único que podía hacer era sujetar el altavoz inalámbrico mientras saltaba y berreaba Ma il cielo è sempre più blu. Ese fue el mejor momento de la noche. La verdad es que mereció la pena vomitar, caerme al suelo y que un niño gritara. Que bonita es la vida.  Na, na, na, na, na. Ma il cielo è sempre più blu, uh, uh. Ma il cielo è sempre più blu, uh, uh.

Fd.

Marujita Desastre

Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares