MUTABBAL, PELÍCULAS ERÓTICAS Y SIMON & GARFUNKEL

La verdad es que me acuerdo bastante bien de los tíos con los que me he acostado. Recuerdo si eran altos o calvos, morenos o bizcos o si estaban circuncidados; pero del cabrón que se ha ido hoy sin pagar del restaurante donde trabajo me he olvidado completamente. Cuando mi jefa me ha dicho, pero, ¿recuerdas cómo era? yo solo he podido decir, no sé, grande. El muy capullo era un experto. Primero ha entrado al restaurante para decirnos que se sentaba en la terraza y que si le podíamos atender. Me ha pedido un tinto de verano en un vaso grande con mucho, mucho, mucho hielo, una hamburguesa y una ración de mutabbal. Después nos ha preguntado que a qué hora cerraba la cocina, por si a su amiga le daba tiempo a aparcar el coche y comer con él. Como le he dicho que tenía tiempo de sobra, el hombretón le ha hecho una fotografía a la carta y me ha dicho ella quiere otra hamburguesa. Después ha desaparecido. Yo le he defendido durante los primeros cuarenta minutos; no, no, habrá ido a buscar a su amiga, que igual no conoce la zona. Una polla como una olla. Y encima vegano y sibarita con su el mutabbal no estaba muy bueno. A ver, yo también he robado, pero siempre que lo he hecho he dado algo a cambio. En una ocasión me llevé una colección de El País de seis dvds de cine erótico (en mi defensa he de decir que el dueño no les tenía ninguna estima, ya que estaban precintados y con polvo en la última balda de una estantería llena de libros), pero fue a cambio de acostarme con el tío en cuestión -un técnico de sonido grandote y con gafas de culo de vaso. Además, se fue a visitar a su madre al hospital y a mí me dejó en su casa sin champú y sin suavizante, ¿a qué señorita se le hace eso? Pues ahora te jodes sin tu Yo soy ninfómana. Aunque hace unos meses se me inundó la casa -por una lavadora mal instalada, gracias casera ratera de mierda- y se perdieron todas esas joyitas de la creación audiovisual. El karma es siempre el karma, da igual la de veces que de las gracias o pida por favor, estoy en la lista de las perdedoras eternas. 

Lo cierto es que mi única reacción ha sido pensar en la canción de paga la cuenta sinvergüenza, paga la cuenta sinvergüenza, intentar que no me tocaran los restos de sus babas en los cubiertos -porque ponte a saber tú qué clase de enfermo maleante llega a hacer eso y si es contagioso- y recordar la vez que salí corriendo después de beberme unas cañas mientras el camarero gritaba eh, tú, ladrona, vuelve (por lo menos no me llamó puta).

Después he vuelto a casa en bicicleta, porque algún capullo malhechor me ha arrancado el manguito del aceite de la moto y me la ha dejado seca. No es la primera vez que los vampiros de mi barrio deciden tomarla con mi Zip. La última vez me robaron el espejito retrovisor los muy chatarreros. Tuve que irme al quinto coño, perderme y llorar unas cuantas veces, para comprar un modelo similar al usurpado en un desguace de mala muerte. Juro que, por haberme evitado esa odisea infernal, le hubiera comprado mi propio espejito al yonki. ¿Cuánto cuesta? Toma, llévate la pasta. Y le hubiera hecho un favor, porque seguro que lo hubiera valorado económicamente mucho mejor que los mequetrefes de las chatarrerías. Y lo sé bien porque yo he sido una de esas pringadas que ha llevado en coche a una drogata a venderles toda su mierda -entre ellas un carrito de bebé asqueroso. Lo único positivo es que, si tenías sed, podías beber de un botijo comunitario (aunque yo preferí no hacerlo, ya que en mi familia ha habido casos letales de hepatitis).

No ha sido un día tan malo. Un señor mayor me ha dicho que tengo una sonrisa contagiosa, el marido de mi jefa que hoy estás muy guapa y he acariciado a un cachorro. Además, todo el camino de vuelta a casa he ido escuchando música y tirándome pedos. ¿Qué más puedo pedir?

Cecilia, you're breaking my heart
You're shaking my confidence daily
Oh, Cecilia, I'm down on my knees
I'm begging you please to come home
Come on home

Oh-oh-oh-oh
Oh-oh-oh-oh, oh-oh-oh-oh oh-oh-oh-oh 


Fd.

Marujita Desastre

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